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*Nubes de humo se elevaron sobre el pueblo, el aire estaba contaminado. Amelia resopló y desesperadamente buscó su inhalador en sus bolsillos. Estaba huyendo de las llamas y de sus perseguidores que llevaban máscaras de payaso aterradoras. Toda su vida había detestado a los payasos, sabía instintivamente que si se dejaba capturar no sobreviviría.*

*—¡Corre! —gritó a los que volvían con cubos de agua para intentar apagar el fuego de sus casas. Amelia sólo quería alejarse de todo, pero huir era difícil porque se tropezaba con la gente, y con sus propios pies, de hecho había caído de rodillas varias veces.*

*Aturdida por la situación logró llegar a un puente que parecía estar totalmente congelado, pero lo más extraño fue no sentir frío, parecía que su cuerpo se quemaba, quizá el hecho de salir de ese infierno que devoraba el pueblo tuvo mucho que ver. 
Amelia no entendía nada, recordaba los payasos y viraba asegurándose de haberlos dejado atrás, afortunadamente no vio a nadie y decidió cruzar el puente pensando que cuanto más lejos fuera, más posibilidades tendría de sobrevivir. 
Así que marchó despacio, buscando cualquier cosa que pudiera venir a su camino. Entonces, sus ojos se fijaron en el vacío y notó que estaba muy alto, una escena trágica pasó por su mente donde cayó y se desintegró antes de tocar el suelo, experimentó un terrible miedo que recorrió cada parte de su cuerpo, no sabía si volver o continuar, lo único que hizo fue sentarse y llorar por unos minutos, estaba perdiendo la fe.*

*Entonces, limpió sus lágrimas y miró hacia unos arbustos espinosos que temblaban al otro lado del puente. Amelia observaba fijamente a una figura que salía de allí y se dirigía hacia ella, quería gritar, pero se cubrió la boca con ambas manos para no revelar su posición a los que la seguían. 
Sin embargo, de nada sirvió guardar silencio, ya que el grupo con máscaras de payaso había llegado al lugar y sus intenciones no eran precisamente buenas, porque sus manos empuñaban filosas armas. 
Ella se levantó y retrocedió unos pasos, es el fin, pensó la mujer petrificada por el miedo, cualquier movimiento significaba la muerte no había escape, tenía que decidir qué hacer como última opción. Y es que sus supuestos asesinos se acercaban cada segundo.*

*De repente, una voz le susurró al oído y prometió guiarla, Amelia aceptó, aunque tenía dudas, ¿que podía perder,? Esa voz le ofrecía una pequeña luz de esperanza.*

*— Amelia escúchame, debes lanzarte al vacío, créeme, debes caer. - dice la voz misteriosa.
— ¿Lanzarme? No, no puedo, no quiero morir. —expresa Amelia.
— si te quedas en este plano morirás, y en el peor de los casos, sabes que sólo debes arriesgarte y confiar en mí.
— Lo sé, pero me temo que ni siquiera soy capaz de hacerlo.
—Amelia, no te rindas, puedes vivir lo mereces, debes volver, cambiarlo, puedes hacerlo, usa tus sentidos, escucha las respuestas, tienes la solución, hazlo, es ahora o nunca, tu tiempo se agota...*

*Impulsada por las palabras de esa extraña voz, Amelia corrió y se lanzó al vacío, gritó aterrorizada mientras caía y sintió cómo las manos de sus enemigos trataban de sujetarla para forzarla a quedarse, sin embargo, no pudieron cogerla y la mujer se estrelló contra el pavimento.*

*Amelia se despertó gritando, estaba en el hospital y los médicos acababan de desconectarla del respirador ¡un milagro! Exclamaban testigos y familiares, nuestra querida Amelia ha vuelto de los confines de la muerte.*

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