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![2.jpg](https://files.peakd.com/file/peakd-hive/damarysvibra/23tvgSj5FSfiQh117XpJ6AWUtuEtz6VsiLgu2gTtkATdybnBVSwNr5QrthCMLWMZitqib.jpg)</center>

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Greetings, friends of silverbloggers.

Fifteen days ago, I wrote a post about my maternal grandfather, in which I gave a brief overview of my perception of the man he was. Today, I want to talk about experiences that are closer to home and that have remained with me as part of those memories.
 
As I mentioned, my grandfather was a foreman on cocoa plantations on the coast. In one of these towns, Aroa, which no longer exists, he met my grandmother, whom he married and had nine children with. As Venezuelan history changed, so did that of families. 

In 1935, General Gómez, the dictator who had remained in power for twenty-seven years, died. Venezuela was seen as a thriving and rich nation, as it possessed abundant amounts of so-called black gold, oil, an industry that was beginning to develop and bear fruit. In this process, migratory movements were not long in coming, and entire families left the countryside to move to the cities in search of socioeconomic improvements. 

My family was no exception, and so they left their hometown for the city, in this case Maracay, the capital of Aragua State. However, during this long journey, my grandfather did not leave his job as a foreman, and my memories place him no longer on cocoa plantations, but on a sugar cane plantation in a more central town, Las Tejerías, located between Maracay and Caracas.
 
We would visit him as a family on this plantation, the extended family, my uncles and cousins.  I remember that he had a beautiful house, with a water tank that served as a swimming pool, where we bathed with the joy of the moment. We also rode horses and had big feasts.

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![yo abuelo.jpg](https://files.peakd.com/file/peakd-hive/damarysvibra/23wqpwdnZrLkSbrWL9iY7oWox4vVf19yeTfpB3v9YAXvSuqrhA56rYayHHq7ZVJkwamM7.jpg)</center>

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This photograph is from that time, with me riding that mare with a cousin. The girl in the background is one of my sisters, and the man is one of my uncles. I remember my grandfather being happy; he was a good host, and on dark nights, the stories of his experiences were always eagerly awaited. I also remember images of his children surrounding him as they talked, because if one thing is certain, it is that everyone loved him. 

So my image of the womanizer, who had twenty-seven children, is softened. It is still a reality that I met many of these children at these gatherings, which suggests that this fact was not relevant, but rather understood as something natural. 

My mother, with all the responsibilities she had, such as raising five children on her own and working “to get them through life,” always found time to take my grandfather places, especially when he could no longer drive. 

From these moments, images of trips to the coast come to mind. We were a little older, and we were getting impatient because the road was very long, as we had to stop in the villages so that my grandfather could talk or greet an old friend. Amidst the laughter of the teenagers that we were, we found it very funny that his partner would occasionally say to my mother:  “Gladys, stop there for a moment to say hello to the girls,” and the girls were “old women” who I estimate were over sixty years old.
 
Now that my sisters and I have reached that age, we laugh with the complicity that comes from shared experiences, because when we go to meet up with some friends, we say with a touch of irony and nostalgia: “I'm going to have coffee with the ‘girls.’” 

This single term, “the girls,” immediately takes us back to that time of childhood and adolescence, to that common place called family, with which we built a world of intimate experiences that time has softened. 

<center>![guajira.jpg](https://files.peakd.com/file/peakd-hive/damarysvibra/23wgTupZ13P999qaaCkQvxv3d1jm8zbXrKU9aWnBCbAaN8KH2fMYeAL2kJ1zW22pJsFsR.jpg)</center>


As I write, the images pass by like a carousel of slides, and among them, I find a trip that my mother, my grandfather, his partner, and I took. It was a long weekend trip in which we traveled almost 800 km from the city where we lived, Maracay, to a town on the border with Colombia, in the so-called Venezuelan Guajira. I must have been about twelve years old.
 
The purpose of the trip was to find a medicinal plant that the indigenous people of the area cultivated to make a natural remedy and which, according to my grandfather's information, would cure his diabetes.

I can say that the long and exhausting journey in the heat of the highways was pleasant. I remember these three adults who never stopped talking, laughing, and enjoying the trip.  

But what struck me most was that Nicolasa, my grandfather's wife, let me rest my head on her lap and stroked my head as I fell asleep, a gesture I had never seen my grandmothers do. Now I think that perhaps for her, it was a way of getting closer to the daughter she never had. 


![Separadores línea D.jpg](https://files.peakd.com/file/peakd-hive/damarysvibra/23xyxaz4xXs86TaANtKeytuEwRgzdKhPFZn7ywVMyXAbS4bVkM2eMuvb8QGZnJ1Xj5bud.jpg)



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![1.jpg](https://files.peakd.com/file/peakd-hive/damarysvibra/EoGxufdwpLDFF3gSLcPidfPDXQ8eRk5Kz5KPRJeqHkB2tip1t6mK4DGsRMr3dD3YwhK.jpg)</center>



# <center>El abuelo materno</center>

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Saludos amigos de silverbloggers.

Hace quince días escribí un post sobre mi abuelo materno, en el hice una pequeña semblanza desde  mi percepción del hombre que fue, hoy quiero comentar sobre vivencias más cercanas y que quedaron en mi como parte de esos recuerdos. 

Como les comentaba, mi abuelo fue capataz en haciendas cacaoteras de la costa. En uno de estos pueblos, Aroa, que ya no existe, conoció a mi abuela, con quien se casó y tuvo nueve hijos. A medida que la historia venezolana se iba transformando, la de las familias también lo hicieron. 

En el año 1935 muere el general Gómez, dictador que había permanecido en el poder durante veintisiete  años,  Venezuela se vislumbraba como  una nación pujante y rica al ser poseedora abundante del llamado oro negro, el petróleo, una industria que comenzaba a desarrollarse y a dar sus frutos. En este proceso los movimientos migratorios no se hicieron esperar y familias enteras dejaron los campos para acercarse a las ciudades buscando mejoras socioeconómicas. 

Mi familia no fue la excepción y así salieron de su pueblo de origen a la ciudad, en este caso a Maracay, capital del Estado Aragua, sin embargo, en este largo transcurrir, mi abuelo no dejó su trabajo de capataz y mis recuerdos lo ubican en, ya no en haciendas de cacao, sino en una de caña de azúcar en un pueblo más céntrico, Las tejerías, localizado  entre Maracay y Caracas.
 
En esta hacienda íbamos a visitarlo en familia,  la familia amplia, mis tíos  y  primos.  Recuerdo que tenía asignada una bonita casa, con un tanque de agua que servía de piscina, donde nos bañábamos con la alegría propia del momento, también montábamos caballos   y se hacían grandes comilonas. 


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![yo abuelo.jpg](https://files.peakd.com/file/peakd-hive/damarysvibra/23wqpwdnZrLkSbrWL9iY7oWox4vVf19yeTfpB3v9YAXvSuqrhA56rYayHHq7ZVJkwamM7.jpg)</center>

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Esta fotografía es de esa época, yo montada en esa yegua con una prima, la niña que se ve al fondo es una de mis hermanas y el hombre uno de mis tíos. Recuerdo a mi abuelo contento, era buen anfitrión  y en las noches oscuras los cuentos de sus vivencias no se hacían esperar y también viene a mi memoria imágenes de sus hijos rodeándolo mientras conversaban, porque si algo es cierto, todos lo querían. 

Así que mi imagen del hombre mujeriego, que tuvo veintisiete hijos, se suaviza, no deja de ser una realidad que a muchos de estos hijos los conocí en estas reuniones, lo que da a entender que ese hecho no era relevante, más bien era entendido como algo natural. 

Mi mamá, con todas las responsabilidades que tenía, como puede ser criar cinco hijos sola y trabajar “para sacarlos adelante”, siempre encontró tiempo para movilizar a mi abuelo, sobre todo cuando ya él no pudo manejar. 

De estos momentos llegan a mi memoria imágenes de paseos a la costa, estábamos  un poco más grande y nos desesperábamos porque el camino se hacía muy largo, ya que había que detenerse en los caseríos  para que el abuelo  hablara o saludara a algún viejo amigo y entre risas de las adolescentes que éramos, nos causaba mucha gracia que, su pareja, de vez en cuando le decía a mi mamá:  —Gladys, párate un momento allí, para saludar a las muchachas— y las muchachas eran unas “viejas” que calculo de más de sesenta años. 

Hoy en día, que mis hermanas y yo alcanzamos esas edades, nos reímos, con la complicidad, que dan las vivencias comunes,  porque cuando nos  vamos a reunir con algunas amigas,  decimos con un toque de ironía y añoranza: —me voy a tomar con café con las “muchachas”. 

Este solo término “las muchachas”, inmediatamente nos remonta a esa época de la niñez-adolescencia, a ese lugar común llamado familia y con la cual construimos un mundo de vivencias íntimo y que el tiempo se encarga de suavizarle sus colores. 


<center>![guajira.jpg](https://files.peakd.com/file/peakd-hive/damarysvibra/23wgTupZ13P999qaaCkQvxv3d1jm8zbXrKU9aWnBCbAaN8KH2fMYeAL2kJ1zW22pJsFsR.jpg)</center>


Mientras escribo las imágenes van pasando como un carrusel de diapositivas y en ellas ubico un paseo en el que fuimos mi mamá, mi abuelo, su pareja y yo, fue un largo viaje de fin de semana en el que recorrimos casi 800 km, desde la ciudad donde vivíamos, Maracay a un pueblo en los límites con Colombia,  en la llamada Guajira Venezolana, yo tendría unos doce años. 

La finalidad del viaje era encontrar una planta medicinal,  que cultivaban los indígenas de la zona para hacer un remedio naturista y que, según la información que tenía mi abuelo,  le curaría la diabetes.

El viaje largo y agobiante por el calor de las carreteras puedo decir que fue agradable, recuerdo a estos tres adultos que no paraban de hablar, reír  y disfrutar del trayecto. 
 
Pero lo que más se fijó en mí sentir fue que Nicolasa, la esposa de mi abuelo, me dejaba colocar la cabeza sobre sus piernas y mientras me quedaba dormida me acariciaba la cabeza, gesto que no conocía por parte de mis abuelas, ahora pienso que quizás para ella fue un acercamiento a  la hija que nunca tuvo. 

![Separadores línea D.jpg](https://files.peakd.com/file/peakd-hive/damarysvibra/23xyxaz4xXs86TaANtKeytuEwRgzdKhPFZn7ywVMyXAbS4bVkM2eMuvb8QGZnJ1Xj5bud.jpg)

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**Fuente de imágenes**: Archivo personal 

![separador-rojp-800x5.jpg](https://images.hive.blog/DQmcuEfbmsuYdBRfYDrQctCJfzA1A8kQT9hp6UYL5CdDCyq/separador-rojp-800x5.jpg)<br></br>


![pie 800.jpg](https://files.peakd.com/file/peakd-hive/irvinc/VilfkhTe-pie20800.jpg)
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![separador-rojp-800x5.jpg](https://images.hive.blog/DQmcuEfbmsuYdBRfYDrQctCJfzA1A8kQT9hp6UYL5CdDCyq/separador-rojp-800x5.jpg)<br></br>



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![separador-rojp-800x5.jpg](https://images.hive.blog/DQmcuEfbmsuYdBRfYDrQctCJfzA1A8kQT9hp6UYL5CdDCyq/separador-rojp-800x5.jpg)<br></br>


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![separador verde.jpg](https://cdn.steemitimages.com/DQmSwfcpwQtRr6kbHJrAFTmBM9xae781YBq3Cdpyab5h3iN/separador%20verde.jpg)






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