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<center><h1>Carencias que se hacen notar</h1></center> 

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Hoy quiero comentarles  de manera breve, algo que me hizo entender una frase que mi esposa dice repetidas veces a mis hijos para ayudarlos a entender, que a pesar de las circunstancias que estamos viviendo, aún así “somos afortunados”.

En una visita a un hogar de una señora de 93 años de edad, quien vive con su hijo que tiene una condición especial, esta frase retumbó en mi cabeza una y otra vez mientras mi mirada se permitía hacer un recorrido sin ninguna mala intención de todas las carencias que tenían estas dos personas, que de cierta manera dependen  de otras para poderlas suplir, dadas sus condiciones. 
Una de las cosas que pude observar fue los numerosos pozos de agua que se distribuían por todo el piso, eso debido al mal estado del techo de la vivienda, imagino que al momento de llover estos se hacen visible para cualquiera que entre en la casa.

Me entristeció mucho al llegar a la habitación de la señora enferma y darme cuenta  que parte del poquito bienestar que ella tenía, dependía del movimiento lento que ella hacía con su mano para poder obtener un poco de aire que le proporcionaba una hoja de papel que tenía en sus manos. En su habitación no tenía ni siquiera un ventilador, más allá de su edad y su enfermedad, tener que observar su esfuerzo que imagino es continuo, llegaba a mi mente cuántas  veces nos quejamos por tonterías, a veces porque comemos muchas arepas, otras porque el aire acondicionado está muy frío o quizás porque la señal del internet se fue, cosas como estas que quizás no se asoma por la mente de esta pobre señora. 

Debo confesar que me sentí muy mal al darme cuenta de todas sus necesidades y que estaba lejos de ella poder resolver. Al salir de allí mi mente estaba llena de reproches porque como mencioné antes en uno de mis escritos, solo debemos mirar a nuestro alrededor para poder sentir empatía por las demás personas, esas que realmente necesitan de la misericordia de otras para obtener un poco de lo que tanto necesitan.

Al llegar a casa le comenté a mi esposa como me hizo sentir esa visita, era la tercera vez que llegaba a esa casa, pero en las dos primeras ocasiones dejé a mi esposa y me quedaba en el carro mientras ella atendía la encomienda. Pero ese día  me tocó atender personalmente la entrega de unos alimentos que llevaba. Fue entonces cuando de manera ocular pude darme cuenta de la triste realidad de estas personas, quienes por más esfuerzo que le pongan a la vida, jamás lograran por cuenta propia poder cubrir ni siquiera la mitad de sus necesidades. 

Es una ocasión apropiada para reflexionar y preguntarnos ¿son realmente grandes nuestros problemas?. Quizás al compararlos con los problemas de los demás, podremos darnos cuenta que no, por eso es importante no concentrarse tanto en uno mismo, por el contrario es hora de mirar con detenimiento a quienes nos rodean, ver sus expresiones, quizás nos demos cuenta de la tristeza que se reflejan en  sus rostros, o quizás veamos expresiones de preocupaciones que tal vez esté en nuestras manos poderlos ayudar. 

La vida es un continuo andar, en algunos momentos reímos, en otros nos tocará llorar, a veces damos la ayuda en otro momento nos las tendrán que dar. Sea cual sea la posición que tengamos, nunca olvidemos que la mayor felicidad que podemos sentir es la de dar, sobre todo al que realmente tiene necesidad y la vida no le alcanza para agradecer cualquier gesto o atención que le podamos brindar.</div>