De niño solía subirme a los árboles. Me consideraba un buen trepador, y en ocasiones lograba llegar hasta las ramas más altas. Todas las tardes solíamos ir a una hacienda cerca del barrio a bajar pomarrosas y guayabas. 

Los muchachos hicieron una cabaña para pasar algunas tardes allí, jugando y comiendo. Pero cuando escuchábamos los machetazos y la voz de Luciano solíamos salir corriendo y trepar el muro que separaba la hacienda del barrio para evitar represalias. Cuando volvíamos, la cabañita había sido derribada.

Es un regreso constante a los recuerdos, a los árboles y los columpios, a los partidos de fútbol y otros juegos. Éramos niños que solo querían divertirse, pasar el mayor tiempo posible fuera de casa para evitar los horrores que allí se vivían. A algunos de nosotros, nuestros padres nos abandonaron, y los que teníamos, nos maltrataban a tal punto de dejar en nuestros cuerpos más que moretones y marcas.

Andresito supuestamente se cayó de un caballo, pero todos sabíamos que fue su papá el que le tumbó los dientes. Un día llegó con la boca rota e inflamada, y nos dio esa excusa. Luego se supo que su papá los maltrataba y estuvo a punto de matar a su mamá.

Yo me lanzaba de la soga que estaba en el árbol más grande. A veces me daba miedo, pero como no quería quedar mal con los muchachos, tomaba el riesgo y lo hacía. Hasta el día que aterricé de cabeza.

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[Imagen de Sasin Tipchai en Pixabay ](https://pixabay.com/es/photos/ni%c3%b1os-r%c3%ado-ba%c3%b1os-b%c3%a1%c3%b1ese-asi%c3%a1tico-1822704/)


Pensé que no era grave, pero cuando vi a Andresito y a Richard, sus rostros se deformaron, y parecía que les salía sangre por la nariz y los ojos. Estaba alucinando, pues Richard tenía varios chichones en la cabeza y Andresito estaba sin media dentadura. El que sangraba, en realidad, era yo.

Me llevaron a casa, y de ahí al hospital. No recuerdo cuánto tiempo pasé allí, solo tengo fragmentos y recuerdos muy borrosos. Recuerdo que al lado de mi cama había otro niño con el cuerpo vendado; mamá me dijo más tarde que había sufrido de quemaduras.

Al llegar a casa, la cara de mi padrastro era de pocos amigos. De entrada, quería pegarme, pero mamá no lo dejó. Estaba convaleciente y tenían que cuidarme, y él no estaba para esas cosas. Durante el tiempo que estuve en casa tuve que aguantar sus regaños y recriminaciones. No podía ir a la escuela, y mucho menos a la calle. Así estuve como por tres semanas.

Al regresar a la Hacienda, al ver el muro, sentí miedo. Andresito y Richard ya estaban arriba, a punto de saltar al otro lado. Yo los miraba desde abajo. Ellos me hacían señas para subir. 

Aún hoy los sigo viendo, con sus rostros avispados, entre sonrientes y desafiantes, animándome a subir. Los demás muchachos estaban ya del otro lado. Comencé a escalar, y el mundo se me hizo pequeño y enorme a la misma vez, y volví a caer.

Ellos saltaron, y ya no están. Yo sigo aferrado al suelo. Andresito murió una madrugada, arrimado a una cuneta, con la frente abierta por un agujero de bala. Richard saltó al vacío, así como yo salté de ese árbol. Pero él no tuvo la misma suerte que yo. Yo logré recuperarme, mientras que ellos, con unos cuantos más, están todavía allá, del otro lado del muro, durmiendo en la cabaña que Luciano derriba cada vez que sale a espantarlos a punta de machetazos.

## The wall and the rope

As a child I used to climb trees. I considered myself a good climber, and sometimes I managed to reach the highest branches. Every afternoon we used to go to a hacienda near the neighborhood to bring down pomarrosas and guavas. 

The boys made a hut to spend some afternoons there, playing and eating. But when we heard the machete blows and Luciano's voice we used to run away and climb the wall that separated the farm from the neighborhood to avoid reprisals. When we returned, the little hut had been torn down.

It is a constant return to memories, to trees and swings, to soccer games and other games. We were kids who just wanted to have fun, to spend as much time away from home as possible to avoid the horrors that were experienced there. Some of us were abandoned by our parents, and the ones we had, mistreated us to the point of leaving bruises and marks on our bodies.

Andresito supposedly fell off a horse, but we all knew it was his father who knocked out his teeth. One day he came in with a broken and swollen mouth, and gave us that excuse. Later it came out that his dad was abusive and almost killed his mother.

I would throw myself from the rope that was in the biggest tree. Sometimes it scared me, but since I didn't want to look bad to the boys, I took the risk and did it. Until the day I landed on my head

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[Imagen de Sasin Tipchai en Pixabay ](https://pixabay.com/es/photos/ni%c3%b1os-r%c3%ado-ba%c3%b1os-b%c3%a1%c3%b1ese-asi%c3%a1tico-1822704/)

I thought it wasn't serious, but when I saw Andresito and Richard, their faces were deformed, and it looked like blood was coming out of their noses and eyes. I was hallucinating, as Richard had several bumps on his head and Andresito was missing half of his teeth. The one who was bleeding was actually me.

They took me home, and from there to the hospital. I don't remember how long I spent there, I only have fragments and very blurry memories. I remember that next to my bed was another boy with a bandaged body; mom told me later that he had suffered from burns.

When I got home, my stepfather's face was unfriendly. He wanted to hit me right away, but Mom wouldn't let him. I was convalescing and they had to take care of me, and he wasn't in the mood for that kind of thing. During the time I was at home I had to put up with his scoldings and recriminations. I couldn't go to school, much less to the street. I stayed like that for about three weeks.

When I returned to the farm, when I saw the wall, I was afraid. Andresito and Richard were already up there, about to jump to the other side. I watched them from below. They were beckoning me to come up.

I can still see them today, with their smart faces, smiling and defiant, encouraging me to climb. The other boys were already on the other side. I began to climb, and the world became small and huge at the same time, and I fell again.

They jumped, and they are gone. I am still clinging to the ground. Andresito died early one morning, lying in a ditch, his forehead opened by a bullet hole. Richard jumped into the void, just as I jumped from that tree. But he was not as lucky as I was. I managed to recover, while they, with a few others, are still there, on the other side of the wall, sleeping in the hut that Luciano knocks down every time he goes out to scare them away with machetes.

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