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<center><h1>Entre las flores de Mayo</h1></center> 

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Una soleada mañana fui al parque a trotar como parte de mi rutina diaria y así ejercitarme un poco antes de ir al trabajo. Casi a punto de terminar vi a una hermosa dama que estaba sentada a la sombra de un árbol con la cabeza reclinada hacia atrás. Algunas flores movidas por la brisa caían delicada y caprichosamente sobre su rostro mientras sus labios esbozaban una pequeña sonrisa que parecía demostrar que disfrutaba esa sensación.

Me acerqué a ella haciéndome el distraído y pude observarla mejor. Realmente era una verdadera belleza. Tenía los ojos cerrados y justo en ese instante los abrió, y con aparente sobresalto me preguntó qué quería. Fue una situación muy incómoda y vergonzosa ya que siempre he sido un hombre respetuoso y además no deseaba que tuviera una mala impresión de mí. Me disculpé y con una ligera sonrisa le dije que solo quería descansar un rato allí porque me pareció un lugar apropiado. Ella reclinó su cabeza de nuevo y me ignoró. Yo me sentí muy nervioso ya que deseaba presentarme y tal vez hablar un ratito pero su silencio me intimidaba. Me levanté y con un hasta luego me retiré. Ella ni siquiera respondió.

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<center><a href="https://hjapon.com/news-es/los-japoneses-celebran-la-primavera-debajo-de-los-cerezos-en-flor "></a></center>

Ese día en el trabajo lo pasé muy inquieto. No podía dejar de pensar en tan hermosa mujer. Ya estaba deseando que llegara el día siguiente para regresar al parque con la ilusión de verla nuevamente. Y efectivamente así sucedió. Allí estaba ella sentada en el mismo lugar y con las flores cayendo sobre su rostro.
Haciendo mi rutina de ejercicios pasé varias veces frente a ella. Ya casi para terminar sentí que no podía resistir el deseo de hablarle así que me llené de valor y muy decidido me le acerqué y la saludé. Levantó su cabeza y me miró fijamente por unos segundos, mi corazón parecía que iba a estallar. Luego con voz tenue y delicada me dijo su nombre: Celeste. En ese momento pensé cuán apropiado era porque su belleza combinaba armoniosamente con ese nombre. Yo también me presenté y eso dio paso a una larga conversación (qué bueno que era fin de semana y no tenía que trabajar).

Entre una cosa y otra yo esperaba el momento apropiado para preguntarle sobre esa curiosa rutina de las flores, pero ella parece que lo notó y se me adelantó diciéndome que quizás pareciera algo extraño, pero no era así. Me comentó que cuando niña sus tías le decían que, tanto las lluvias como las flores que en el mes de Mayo caían de los árboles tenían un efecto rejuvenecedor en la piel. Así que todos los años, específicamente en ese mes, busca un lugar donde pueda disfrutar de esa dulce sensación. Aunque me confesó con sentido del humor que no está muy convencida de que con eso luzca cada vez más joven. Ambos nos reímos como niños.

Desde ese estupendo día nos hemos visto con bastante frecuencia y compartimos nuestras vivencias. Siento que nos acercamos más y más y que nos sentimos atraídos uno al otro. Me siento feliz porque sé que estoy a punto de lograr lo que anhelé desde el primer día que la vi: ganarme el amor de aquella hermosa dama que conocí sentada bajo aquel árbol frondoso disfrutando de una suave brisa y de las flores del mes de Mayo acariciando su rostro.</div> 

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