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Dicen que, pequeñas acciones conducen a grandes cambios. Pequeñas acciones que convertidas en hábitos saludables pueden generar cambios favorables en nuestra calidad de vida. Puedo dar testimonio de que efectivamente eso es así. Paso a contarles.

El año pasado, a mediados de año más o menos, mi cuerpo empezó a dar señales de que algo no está del todo bien. Fatiga, agotamiento, cansancio, arritmia, fueron algunos de los primeros síntomas, pero luego, a ellos se sumaron otros más que derivaron en diferentes patologías. Fueron varios los diagnósticos, algunos más preocupantes que otros, pero hubo uno en particular que me negué a aceptar: **estrés crónico**.

Rotundamente dije: _no, yo no tengo ningún tipo de estrés, estoy bien, no tengo motivos para estar estresada_. Recuerdo que en una autoevaluación me dije: _no tengo problemas familiares, ni de pareja, ni mis hijos están enfermos, tampoco problemas económicos…todo está bien en casa, en el trabajo ¿por qué estaría yo estresada?_

Mientras tanto, mis doctores continuaron indicándome estudios y análisis médicos que evidenciaran las causas de mis padecimientos. Yo, por mi parte, obedecí sus indicaciones y cumplí cada tratamiento indicado al pie de la letra, menos los asociados con el estrés. Seguía en negación, eso para mí no era una prioridad, mi prioridad era sanar, era sentirme bien, saludable, pero sin considerar el hecho de que mi cuerpo y mi mente no estaban en total armonía. Eso lo entendí mucho después.

_¿Estás durmiendo bien? ¿descansas? ¿cuántas horas duermes, cuántas horas trabajas y cuántas horas descansas? ¿cuánto tiempo usas el celular o algún aparato electrónico? ¿cuándo estás con tu familia o descansando, atiendes tema de trabajo? ¿qué tal tu carga de trabajo? ¿tomas pausas? ¿cuánto tiempo empleas en recreación y diversión? ¿usas la computadora en tu habitación? ¿sabes decir que no de vez en cuando?_... muchas preguntas después, lo supe, sí, estaba muy, muy estresada, y ese estrés crónico se estaba convirtiendo en la principal causa de mis problemas de salud. 

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Jamás habría asociado todo lo anterior a temas de estrés, para mi el estrés era sinónimo de alguna preocupación o angustia, no de estar entregada 24/7 haciendo lo que reconocía amaba hacer. ¿Cómo podría mi pasión estar matándome? Pues sí, mi cuerpo estaba agotado, pero mi mente lo estaba aun más, y yo ni de lejos lo veía venir. 

En el 2018 renuncié a mi trabajo de más de una década porque me estaba privando de vivir momentos con mi familia, me estaba consumiendo el tiempo, y sí, lo amaba, pero debía dejarlo ir. Pues nuevamente la historia se estaba repitiendo, pero no lo estaba viendo, porque estaba en casa, porque compartía más tiempo con mi esposo e hijos, porque estaba trabajando en algo que me apasionaba, y me sigue apasionando. Entonces, ¿qué pasó esta vez? Pues nada, pasó lo mismo que antes, no establecí límites, no aprendí a decir que no, no hice pausas, no respeté los horarios, abusé del tiempo.

La primera acción fue obligarme a descansar, no solo a dormir, sino a descansar. Al principio necesité medicación para lograrlo, pero luego fue cuestión de disciplina para crear el hábito de respetar los horarios de descanso. Debí aprender a desconectarme de todo, dejar el celular a un lado, dejar el computador a un lado, y dejar de darle gustos a todo el mundo siempre. 

Me ayudó mucho practicar el arte de mandar al carajo. Me ayudó alejarme de conflictos que no me correspondía. Me ayudó permitirme darme un tiempo para mí, tiempo en el que tal vez no haga nada, tiempo para relajarme, tiempo para que mi mente esté tranquila y alejada de todo lo que pueda perturbarla. Darme tiempo me ha permitido aprender a apreciar el silencio, el tiempo a solas, un atardecer, un buen café o alguna canción. Actividades que antes compartía con mil actividades más, por aquello de que las mujeres podemos con todo, somos multitarea, unas super arrechas…y sí que lo somos, pero todo en su justa medida.

Esas pequeñas acciones empezaron a surtir efecto en mi salud. Con el paso de los días empecé a descansar hasta lograr el sueño profundo, paso a paso mis indicadores de salud empezaron a mejorar y yo a sentirme cada vez un poco mejor. Leer cada mañana el reporte de la app de salud empezó a emocionarme, porque daba muestras de mejoría. 

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Cambiar los hábitos diarios para modificar nuestra rutina, no pasa de la noche a la mañana. La rutina se instaura en nuestra mente de tal manera que actuamos en automático, por tanto, es necesario transformar las rutinas negativas en rutinas positivas. Para ello, es necesario reconocer la necesidad de generar un cambio, entender el por qué y para qué de ese cambio, y entonces, comprometernos a lograrlo. Requiere enfoque, disciplina, constancia y compromiso. Requiere sobre todo respeto y amor por nosotros mismos. La vida es un ratico, un día estamos y el otro ya no sabemos. Nosotros debemos ser nuestra principal prioridad.

Aunque mejor, todavía, de vez en cuando, caigo en el abuso, no lo niego, pero ahora estoy consciente de las consecuencias que ello acarrea. Ahora estoy en la capacidad de reconocer algunas de las señales con las que el cuerpo alerta que la mente merece atención. 

**El estrés es real, no lo ignores.**


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