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# La caja

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—¡Sube, ven rápido para que veas lo que está en el ático! —, gritó con sorpresa.


Había pasado dos semanas en que la joven pareja tomara posesión de la vieja casa de dos pisos en el pintoresco suburbio cercano a la gran ciudad.


Apenas ahora, ellos están revisando cada recoveco de la centenaria casa que la inmobiliaria les remató a precio de gallina flaca. Ambos tuvieron fuertes compromisos laborales en los días previos que le impidieron mudarse. 


Están muy contentos, y mientras la inspeccionan al detalle, visualizan las modificaciones para adecuarla al gusto.


Más el hallazgo de la caja de dura madera en el ático, despierta una intrigante curiosidad en el esposo.


Ella sube por la escalera corrediza que da al espacio triangular y ve a su amado intentando abrir el cerrojo de la caja.


—¡Amor que haces! —, le interrumpió con un tono de voz tierno, prosiguiendo con firmeza. —¡No la abras! Llamemos a la inmobiliaria. Quizás, la olvidaron por descuido.


—¿Tú crees? —, él le contestó sin dejar de sacudir el cerrojo de hierro forjado.


El pasador cedió justo cuando ella le poso la mano en su hombro.


—Hazme caso mi amor. Detente. Algo me dice en mi interior que no debemos abrirla.


—¿Qué puede pasar? Quizás es un tesoro esperando por nosotros.


—¡Detente, por amor a Dios! —, le gritó desde el fondo del alma.


—¡Está bien! —, él devolvió el pasador a su lugar, y un escalofrío corrió por su mano que lo quemó. —¡Ay, duele!


—¡Bajemos ya, mi amor! Déjame ver que te pasó. ¿Te prensaste con el cerrojo?


—¡No!

Al bajar por la escalera corrediza escuchan el timbre de la puerta. 


Ambos bajan a planta, él observa a través del orificio de la puerta y ve al vendedor del inmueble. Así que abre la puerta con la mano izquierda, mientras su esposa busca entre una de las maletas un botiquín de primeros auxilios.


Él hombre sonríe e intenta estrecharle la mano, pero el esposo le dice que no puede mostrándole la mano.


Viéndole a los ojos y sin tapujo, le preguntó: «¿usted también intentó abrir la caja?».


Ella lo interrumpió diciéndole que si, pero que al final ellos decidieron dejarlo así para llamarlo y se lleven la caja.


El vendedor volvió a sonreír contestándole que fue una sabia decisión, y que ahora no debían preocuparse, él venía por la caja.


El hombre subió al ático y retiró la enigmática caja.

A pesar de la voluminosa apariencia, aquel hombre alto y delgado la tomó con extremada facilidad y se marchó.


Él pensaba en la caja de los tesoros y ella en la caja de Pandora.

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# Fin

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Una micro ficción original de @janaveda

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### Muchas gracias por leerme, espero sea de su agrado.

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