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<p><h6>Puedes leer el episodio anterior de esta historia aquí:<a href="https://hive.blog/hive-161155/@latino.romano/el-cronista-el-naufragio-del-ashika-sexta-parte"> (Sexta parte)</a></h6></p>


<p>Por @latino.romano</p>
<p>&nbsp; Era evidente que la historia que estaba escuchando era la crónica de una tragedia, una motivada por la ambición y el desconocimiento de la naturaleza de las diferentes criaturas que habitan el mar abierto.</p>
<p>Tanaka se quedó en silencio durante unos minutos, se notaba que estaba procesando los recuerdos que narraría a continuación. Su rostro era el de un hombre arrepentido de sus acciones, perturbado por un pasado oscuro, y cargando una gran pena de por vida.</p>
<p>—Cuando caímos al mar —dijo Tanaka rompiendo el silencio— las criaturas se abalanzaron sobre los hombres como leones salvajes sobre una gacela. El mar se tiñó de sangre y los gritos de lamento se confundían entre el ruido que hacían los hombres peces.</p>
<p>—¿Hombres peces? —pregunté.</p>
<p>—Hombres peces, criaturas, monstruos; llámelos como usted quiera. A esta altura eso no importa en lo absoluto. En el agua, no teníamos forma de defendernos. Resultó que Kirena era una especie de líder entre ellos, un alfa o algo así. Ella nos protegió a Hiro y a mí de la matanza, nos subió a unos de los escasos botes que quedaban, y procuró que saliéramos con vida.</p>

<p>Sus ojos se llenaron de lágrimas en ese momento.</p>
<p>—Quisimos ayudar a unos cuantos, pero los hombres peces no lo permitieron. Si lo hacíamos, nos matarían. Así que nos quedamos allí, Hiro y yo, presenciando como morían los demás sin hacer nada por ellos. Hombres ambiciosos, es verdad, pero padres y esposos después de todo, ¿entiende? Padres y esposos que no volvieron a casa. Eso me carcome por dentro como un gusano que devora mi corazón.</p>
<p>Bajé la mirada cuando reveló ese hecho, no sabía que responderle, así que solo pregunté.</p>


<p>—¿Cómo volvieron a tierra firme?</p>
<p>—Navegamos a la deriva durante semanas. Antes de alejarnos de los escombros del Ashika, logramos recuperar algunas provisiones que flotaban en el agua, ya sabe, galletas, pan, carne seca. Afortunadamente fue suficiente. Un pesquero nos encontró y nos trajo de nuevo a Japón.</p>
<p>Tanaka se levantó y trajo algo de té caliente para ambos.</p>
<p>—Beba un poco —dijo amablemente— pronto amanecerá.</p>
<p>—Su amigo Hiro se refugió en una población apartada donde su familia tenía una granja próspera. Fue allí donde lo encontré, y él me guio hasta aquí. Debo confesar que no me fue fácil encontrarlo señor Tanaka, usted es un fantasma entre los pescadores, una especie de leyenda andante. —le dije.</p>
<p>—Hombres poderosos me buscaron en muchas oportunidades para ofrecerme trabajo, para ir de nuevo al mar, al territorio de las tres montañas a buscar el codiciado oro. Los motivaba la misma ambición que al capitán del Ashika, pero yo me negué en todas las ocasiones. Cuando comenzaron a amenazarme, tuve que escapar y esconderme, así llegué a estas montañas heladas.</p>
<p>Tanaka lucía aliviado por haber contado los sucesos que llevaron al Ashika a naufragar. Pero conservaba la tristeza por las muchas muertes que presenció en su viaje.</p>
<p>—¿Qué piensa hacer con la historia? —preguntó el japonés.</p>
<p>—Normalmente registro los hechos y escribo la crónica para el museo en el que trabajo, pero supongo que esta vez será diferente —dije sin vacilar.</p>
<p>—¿Diferente por qué? —preguntó extrañado Tanaka.</p>
<p>—No me gustaría alentar a nuevos exploradores con una fiebre por oro que les cueste la vida. Hay historias señor Tanaka que no pueden contarse a cualquier persona, creo que esta es una de esas historias.</p>
<p>Tanaka asintió con la cabeza. La mañana estaba comenzando, y llegó el momento de marcharme. Recogí mis útiles y le estreché la mano. El me miró entonces como a un amigo y me dijo un gracias respetuoso.</p>
<p>—Antes de que se vaya, quisiera obsequiarle algo —me dijo buscando en su bolsillo.</p>
<p>Lo miré asombrado mientras me entregaba una pepita de oro del tamaño de una nuez.</p>
<p>—Kirena nos dio algunos de estos a Hiro y a mí. Quiero pensar que fue en agradecimiento por salvarla, me gustaría pensar que es posible ir allá y pactar con ellos de alguna forma para sacar oro de las profundidades del mar. Pero es algo que jamás haré, conserve esto usted y gástelo como prefiera.</p>
<p>Me invadió una extraña sensación de euforia, y partí de allí, lidiando con muchos pensamientos, a buscar mi próxima gran historia.</p>
</div>
<p></p>

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<center><h6>Escrito original de G. J. Villegas @latino.romano</h6></center>


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