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<center><sup>[Fuente](https://pixabay.com/es/photos/desierto-formaciones-rocosas-erosi%c3%b3n-1730077/)</sup></center>



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Una sopa de frijoles era la última provisión que les quedaba. Cada uno comía un par de bocados antes de pasarle la lata al otro.

Las noches eran especialmente frías, pero no tenían problemas con eso, el tiempo les había permitido adaptarse al clima inclemente del desierto. También habían aprendido a conseguir agua, pero cazar y obtener alimentos era una habilidad que distaban mucho por desarrollar. 

Las tormentas eran otro problema. Desde que el clima cambió drásticamente, las lluvias y los vientos no solo eran impredecibles, sino también más violentos. Era la razón principal por la que muchos como ellos preferían vivir a campo abierto, al abrigo de las cuevas del desierto. Las casas de madera y hormigón se habían convertido en una trampa mortal para todos los que se quedaban en ellas.

De todas formas, a la fecha, eran pocos los sobrevivientes, pues vivir a la intemperie suponía otro problema al tomar en cuenta los muchos depredadores que figuraban libres, buscando de qué alimentarse, y encontrando presas fáciles y jugosas en la población exiliada por los constantes desastres ambientales.

—Creo que viene otra tormenta, Luis.
—Siempre hay una tormenta. No es nada nuevo aquí.
—Sí, pero esta parece diferente —dijo revisando el cielo atentamente.

Luis levantó la cabeza dando un vistazo rápido.

—No veo la diferencia. Nubes grises y rosadas, los actuales colores de la muerte. Cada noche es lo mismo.
—¿Piensas que debemos subir a la cueva?
—Cuando empiecen los vientos nos iremos. 
—¿En serio es nuestra última lata de frijoles? —preguntó Julián.

Luis sonrió mientras masticaba. Siempre era lo mismo con su compañero, en un segundo estaban hablando del clima, y de pronto cambia el tema de conversación sin aviso alguno.

—No tienes de qué preocuparte. Encontraremos algo bueno que comer mañana. La tormenta suele proveer carne fresca.
—No tan fresca. Las últimas carnes que encontramos olían muy mal —replicó extendiendo la mano para tomar la lata de frijoles.

Del cielo comenzó a caer una escarcha fina, pero de textura dura, como si fueran pétalos de cristal. Era una forma de granizo que no habían visto antes.

—¿Qué crees que sea esto Luis? —preguntó poniéndose de pie y sacudiéndose los hombros.
—Parece granizo, pero en escamas —respondió sacudiendo su cuerpo.
—¿Será tóxico como la granizada de hace unos meses?
—Pienso que sí.  Debemos escondernos cuanto antes.

Con torpeza, levantaron las cosas que pudieron y corrieron hacia la ladera de la montaña de roca. No tardaron mucho en llegar a un sitio seguro. Conocían bien la montaña y todos los lugares en los que podían alojarse para escapar de los elementos.

Julián miró hacia la parte del desierto donde habían estado comiendo, y notó una tenue luz de una antorcha que se agitaba de prisa.

—Luis, mira allá.
—Es una persona de seguro.
—Pero, ¿quién?
—No lo sé, pero si no se refugia pronto, morirá bajo el granizo tóxico.
—No sabemos realmente si es tóxico —replicó Julián.
—Por supuesto que lo es. Ya verás cuando te salgan ampollas en el rostro.

Julián se limpió las mejillas al escucharlo.






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<center><sup>[Fuente](https://pixabay.com/es/photos/tormenta-fondo-de-pantalla-nubes-3625405/)</sup></center>


—Viene hacia acá, el sujeto de la antorcha —señaló Luis tanteando el cuchillo en su cintura.
—Demonios, ¿qué haremos?
—Pues defendernos. Ya sabes cómo es esto.
—¿Qué tal si no es una amenaza? —preguntó Julián y agregó—: podría ser un amigo.
—Nunca son amigos, no olvides que cada quien vela por su propio bienestar.
—¿Crees que nos vio cuando cenábamos?
—Exactamente. Ahora quiere nuestro refugio. Pero podemos vencerlo, tú y yo somos dos, él es solo uno.
—¿Y si está armado? 
—¿Te refieres a un arma de fuego?

Julián asintió. Luis se quedó pensativo, reflexionando en la idea.

—Nadie tiene armas de fuego en este tiempo. Quizá tenga un cuchillo. Pero no podrá matarnos a ambos a la vez —explicó Luis.
—La tormenta lo oscurece todo. Podemos escondernos y atacarlo por sorpresa.
—Haremos eso. Y si trae comida, se la robaremos.

Ambos se ubicaron de manera que no pudiera verlos el intruso. Esperaban que se acercara para abalanzarse sobre él. Cuando llegó a la entrada de la cueva, la luz de la antorcha dejó ver que no se trataba de un hombre, sino de una mujer. Llegó saludando amigablemente como quien siente emoción por volver a ver a otro ser humano.

Luis y Julián salieron de su escondite, con sus cuchillos en la mano, pero totalmente asombrados de ver que se trataba de una chica. Sus rostros eran una mezcla de miedo y sorpresa.

La mujer, por su parte, sonrió de felicidad al verlos.

—Hola —dijo levantando la mano— que bueno que al fin los encuentro.

Luis y Julián intercambiaron miradas. 

—¿Quién eres tú? —preguntó Julián.
—Me llamo Andrea. He estado sola por mucho tiempo. Pero ahora los encontré a ustedes.
—Hablas como si nos estuvieras buscando desde hace tiempo —señaló Luis.
—De hecho, así es, los estoy rastreando desde el año pasado.

Luis y Julián se miraron el uno al otro con asombro. 




    
    
 


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<center><sup>[Fuente](https://pixabay.com/es/photos/desierto-formaciones-rocosas-erosi%c3%b3n-1730077/)</sup></center>



***English version***


Bean soup was their last remaining supply. Each ate a couple of bites before passing the can to the other.

The nights were especially cold, but they had no problem with that, the weather had allowed them to adapt to the inclement desert climate. They had also learned how to get water, but hunting and obtaining food was a skill they were a long way from developing.

Storms were another problem. Since the climate had changed drastically, the rains and winds were not only unpredictable, but also more violent. It was the main reason why many like them preferred to live out in the open, in the shelter of desert caves. The wooden and concrete houses had become a death trap for all who stayed in them.

In any case, to date, there were few survivors, since living in the open meant another problem when taking into account the many predators that were free, looking for something to feed on, and finding easy and juicy prey in the population exiled by the constant environmental disasters.

-I think another storm is coming, Luis.
-There's always a storm. It's nothing new here.
-Yes, but this one looks different," he said, checking the sky intently.

Luis lifted his head for a quick glance.

-I don't see the difference. Gray and pink clouds, the current colors of death. Every night it's the same.
-Do you think we should go up to the cave?
-When the winds start we'll leave.
-Is this really our last can of beans? -Julian asked.

Luis smiled as he chewed. It was always the same with his partner, one second they were talking about the weather, and then suddenly the topic of conversation changed without warning.

-You have nothing to worry about. We'll find something good to eat tomorrow. The storm usually provides fresh meat.
-Not so fresh. The last meats we found smelled awful," he replied, reaching out to take the can of beans.

A fine, but hard-textured frost began to fall from the sky, like glass petals. It was a form of hail they had not seen before.

-What do you think this is, Luis? -he asked, standing up and shaking his shoulders.
-It looks like hail, but in flakes," he replied, shaking his body.
-Is it toxic like the hailstorm a few months ago?
-I think so. We must hide as soon as possible.

Clumsily, they picked up what things they could and ran up the side of the rock mountain. It didn't take them long to reach safety. They knew the mountain well and all the places they could stay to escape the elements.

Julian looked toward the part of the desert where they had been eating, and noticed a faint light from a torch waving hurriedly.

-Luis, look over there.
-It's a person for sure.
-But who?
-I don't know, but if he doesn't take shelter soon, he will die under the toxic hail.
-We don't really know if it's toxic," Julian replied.
-Of course it is. You'll see when you get blisters on your face.

Julian wiped his cheeks as he listened.


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<center><sup>[Fuente](https://pixabay.com/es/photos/tormenta-fondo-de-pantalla-nubes-3625405/)</sup></center>


-He's coming this way, the guy with the torch," said Luis, fumbling with the knife at his waist.
-What the hell are we going to do?
-Well, defend ourselves. You know how it is.
-What if it's not a threat? -Julian asked and added: "It could be a friend.
-They're never friends, don't forget that everyone looks out for their own welfare.
-Do you think he saw us when we were having dinner?
-Exactly. Now he wants our refuge. But we can beat him, you and I are two, he's only one.
-What if he's armed?
-You mean a firearm?

Julian nodded. Luis remained thoughtful, reflecting on the idea.

-No one has firearms in this day and age. Maybe he has a knife. But he won't be able to kill us both at the same time," Luis explained.
-The storm obscures everything. We can hide and attack him by surprise.
-We'll do that. And if he brings food, we'll steal it.

They both positioned themselves so that the intruder could not see them. They waited for him to approach before pouncing on him. When he reached the entrance to the cave, the light of the torch showed that it was not a man, but a woman. She arrived greeting him in a friendly manner, as one who is excited to see another human being again.

Luis and Julian came out of their hiding place, knives in hand, but totally astonished to see that it was a girl. Their faces were a mixture of fear and surprise.

The woman, for her part, smiled with happiness at the sight of them.

-Hello," she said, raising her hand, "it's good to finally meet you.

Luis and Julian exchanged glances.

-Who are you? -Julian asked.
-My name is Andrea. I've been alone for a long time. But now I found you.
-You talk as if you've been looking for us for a long time," said Luis.
-In fact, I have been tracking you since last year.

Luis and Julian looked at each other in amazement.



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