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El agua de la ducha, se deslizaba casi sin rozar entre el pelo grasiento, de tantas horas de oficina, resbalando hasta llegar a la curva de sus nalgas donde desaparecía para reaparecer con fuerza entre sus piernas. Qué hijo de puta, no podía parar de pensarlo, qué maldito hijo de puta. 

La rabia, tiene sus salidas, y ella optó por dirigir el chorro de agua caliente a toda presión hacía sus genitales, y se masturbó con rabia, no duró nada, ni dos minutos, soltó un gemido salvaje, gutural, que atravesó el silencio que habitaba la casi vacía casa.

Se descubrió un rato después, saliendo de su ensoñación, picoteando los restos de la cena del día anterior, y dando largos sorbos directamente a una botella de coca cola zero de dos litros a la que había ido rellenando los vacíos con latigazos cada vez más largos del wiski cutre que usaba para cocinar, el único que tenía en casa.

De fondo, la tele desgranaba en un continuo espacio tiempo la presencia de los tertulianos de Telecinco, entre los rostros, los de siempre y algunos herederos de tercera generación de sagas forjadas en el amarillismo y la desgracia ajena, mil veces repetida.

Empezó primero de forma distraída a curiosear el móvil, sin ningún objetivo, terminó de forma ya consciente revisando los estados de WhatsApp de forma minuciosa de todos y cada uno de sus contactos, y ahí estaba, la actualización del hijo de la gran puta del jefe, en el bar de siempre, de las ocasiones especiales.

Apagó la tele y apuró los últimos sorbos de la botella, ya exhausta, soltó un sonoro eructo y puso algo de música aleatoria en el móvil, empezó a sonar el Astral Week de Van Morrison. Con la borrachera incipiente y la desnudez de la escasa bata, se empezó a masturbar de nuevo, de forma salvaje primero, más minuciosa después, estaba chorreando, sin pensar lamió a muerte los dedos, le gustaba sentir su sabor en esos momentos que se sentía tan salvaje. Empezó a meterse un dedo, después dos en el ano, notaba un orgasmo profundo largo viniendo, esta vez aguantó la respiración y se derrumbó a lo largo.

Tuvo que hacer un esfuerzo para no caer del sofá, respiró un par de minutos y trazó un plan imprevisible, bizarro, arriesgado. Iría por ellos, ya se las ingeniaría pero, tenia que revertir la situación, no podía rendirse tan pronto.