Como residente, mis días suelen transcurrir entre las frías y oscuras paredes del hospital, inmersa en una rutina que, si bien me brinda estructura, a veces puede limitar mi perspectiva del mundo médico, y de la realidad fuera del nosocomio. Con el tiempo me acostumbre a "cómo se hacen las cosas aquí", a los protocolos específicos, a las caras conocidas, a la falta de muchos recursos. Pero, ¿qué pasa cuando esa rutina se rompe? ¿Qué descubrimos cuando nos aventuramos más allá de lo que conocemos? Como dicen por allí, a salir de la rutina
Recientemente, recibí una bonita invitación por parte de nuestra profesora de neumonologia del postgrado a una jornada médica en la ciudad de Caracas, específicamente en el Hospital Dr. Domingo Luciani. Fue una experiencia que, sin duda, marcó un antes y un después en mi formación y en mi manera de ver la medicina. No fue solo un evento académico; fue una inmersión en una realidad diferente, un recordatorio vívido del inmenso valor de la variabilidad.
Llegar a otro centro médico, observar cómo abordan los casos, cómo se organizan, las particularidades de sus procesos… fue como abrir una ventana a un mundo de posibilidades. Nos dimos cuenta de que no hay una única forma "correcta" de hacer las cosas. Lo que en nuestro hospital se maneja de una manera, en otro puede tener un enfoque distinto, igualmente válido y, en ocasiones, hasta más eficiente o adaptable a ciertas circunstancias.
Esta jornada me enseñó la importancia de no encasillarse, de no dar por sentado que "mi hospital" tiene la única verdad. Aprendí a apreciar que cada institución, cada equipo médico, tiene su propio conocimiento, sus propios trucos y sus propias soluciones a los desafíos cotidianos. Abrirnos a estas otras formas de trabajar no solo expande el horizonte profesional, sino que también me enriquece como persona.
Creo que el permitirme ser más flexible, más creativa en la resolución de problemas y, sobre todo, más empatica con las realidades que viven otros colegas y pacientes; e incluso con los pacientes.
Volví de Caracas no solo con apuntes de conferencias y nuevos contactos, sino con una convicción profunda: la verdadera maestría reside en la capacidad de integrar diferentes perspectivas, de tomar lo mejor de cada lugar y adaptarlo a nuestra propia práctica. La variabilidad no es un obstáculo; es una fuente inagotable de aprendizaje y crecimiento. Nos impulsa a cuestionar, a mejorar y a entender que el mundo de la pediatría, y de la medicina en general, es mucho más amplio y dinámico de lo que a veces percibimos desde nuestra propia trinchera.
Así que, si tienen la oportunidad de explorar, de salir de su zona de confort, de ver cómo funciona el mundo médico más allá de las paredes de su hospital, ¡tómenla! Es una inversión invaluable en su desarrollo profesional y personal. Y créanme que este consejo no solo aplica para el mundo médico, si no también para la vida, conocer lo distinto a nosotros nos enriquece como personas, nos hace crecer y expande nuestra visión.
Por los momentos, me despido, espero disfrutarán esta publicación. Nos vemos en la siguiente publicación.
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