<center<https://cdn.pixabay.com/photo/2017/04/07/23/20/father-2212101_960_720.jpg
[Fuente](https://pixabay.com/es/photos/padre-hijo-familia-chico-gente-2212101/)</center>

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<div class="text-justify">Cuando era pequeño, soñaba con formar una familia con tres hijos y un perro.</div><P/>
<div class="text-justify">El instinto paterno se me despertó a una edad muy temprana. Recuerdo que, cuando estaba acabando la EGB, jugaba con los pequeños de primer y segundo curso que se me subían por la espalda y me tiraban al foso del salto de longitud que había en la esquina del patio.</div><P/>
<div class="text-justify">Los años fueron pasando y seguí adorando jugar y educar a los niños. Por un lado, estuve entrenando a un equipo de futbito, enseñándoles los valores de la competición y el esfuerzo por lograr un objetivo entre juegos y risas, en un ambiente entrañable y familiar. Por otro, di clases particulares de matemáticas a algún que otro pequeño que lo necesitaba, sin pedir nada a cambio pues el brillo en los ojos de todos ellos suponía la mayor recompensa a la que podía aspirar.</div><P/>
<div class="text-justify">El tiempo y las obligaciones hizo que me olvidara de lo más importante: ellos. Durante mis fases de mayor estrés, me crucé con varios de aquellos niños a los que había dedicado tanto tiempo y, o no me reconocían, o la timidez les hacía mirar a otro lado. En esos momentos, pensé que toda mi entrega había sido en vano. </div><P/>
<div class="text-justify">Hoy soy padre de dos maravillosos niños. Buena parte del día la dedico a jugar con ellos, a intentar enseñarles valores y empatía. A veces me detengo y pienso que, en el futuro, no recordarán estos momentos vividos siendo tan pequeños, pero he aprendido la lección, ya no me sentiré mal por ello. Ahora la verdad se me revela con una claridad asombrosa: esos niños no me deben nada, mis hijos tampoco, soy yo el que tiene que estar totalmente agradecido porque me ofrecieron sus mayores tesoros: su amor y su tiempo.</div><P/>