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<sup>[Foto de Ahmed Nishaath en Unsplash](https://unsplash.com/es/fotos/3dK05zuot8c)</sup></center>
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<div class="pull-left">
><center><em>Sírvete de lo aparente como indicio de lo inaparente.</em></center>
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<div class="pull-right">
><center><em>Use the apparent as an indication of the inapparent.</em></center>
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<center><h3>— Solón de Atenas</h3></center>
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<div class="pull-left">
<center><div class="phishy"><h2>E S P A Ñ O L</h2></div></center>
<center><h2>MI NOMBRE</h2></center>
Le dije que pronunciara mi nombre, le dije que lo dijera con intensidad, con pasión. Quería que lo dijera como si de verdad existiera; que encendiera con bravura mi oscuro corazón y lo reviviera, pero, aun así; amenazándola con una pistola de fuego, ella no dijo nada. Se quedó petrificada como una estatua de miedo y solo se dejaba llevar por el llanto. Perdí la paciencia y accioné el gatillo, y el proyectil aterrizó directamente en el centro de su cuello. Ella murió a los pocos segundos mientras las olas en la orilla gemían de dolor.
La enterré bajo las arenas de aquella playa que con cada amanecer deslumbraba. Recé varias plegarias por su alma incauta y me fui a la mar con lo que quedó de mi embarcación. ¡Oh, perdóname Mónica! Fui tan despreciable y vil, pero tú te lo merecías. Creíste que el papel de casta te ayudaría a sobrevivir hasta el final, pero estuviste equívoca pues el mar es un territorio hostil.
Mi navío fue desmembrado con cada expedición que realizaba. Cada parte devorada por monstruos voraces de las profundidades, me provocaba un lacerante dolor que ulceraba las extremidades de mi cuerpo. Luego vino por mi mente los horrores de pesadillas informes, que me obligaban a contemplar destinos terribles e inhumanos. Yo era como la fuerza brava del mar, solía comprender el lenguaje de las olas. Mis brazos eran como huracanes que agitaban al mar y provocaba miedo a las algas. Mi voz era como una tempestad que yacía en el corazón del océano y lo penetraba. Mis cantos eran las caricias de sirenas monstruosas, que solo cantaban para presas fáciles, pero en mi presencia se zambullían a las aguas y esperaban a que me perdiera.
Nunca fui crédulo a las codicias, a las perpetuidades de una vida sana terrenal, lo mío siempre fue el mar, sus enigmáticos peligros y maravillas. Detestaba a los navegantes que ostentaban banderas como estandartes, utilizaba toda mi rabia y desprecio por hundirlos y entregarlos como tributo a los seres abisales. Mi alma se transformaba en una tormenta furiosa e insaciable por aquellos que aún creían en una nación y querían llevar sus patéticas ideologías a esta inhóspita y bella inmensidad. Yo los combatía, los devoraba y entregaba sus restos como regalo a los primeros dioses, y luego hacía canciones con los tripulantes subyugados a mí.
Agité con felicidad las costas de algunas islas, hubo una en particular que me estremeció de impresión por su inalterable belleza. Su playa parecía una joya de cristal, elaborada, quizás, por las lágrimas de cientos de ángeles. El sol resplandecía con fuerza sobre esta zona y se olvidaba del resto del mundo. Pareciera que en sus interiores albergara criaturas mágicas, pues sus árboles y colinas tenían una atracción encantada que te embelesaba como un alucinógeno inédito.
Sentí una persuasión inmediata, seguido por una desconfianza que me advertía de continuar hacia otra dirección, la cual estaba en lo cierto, ya que mi camino requería proseguir hacia las estaciones portuarias de la bella Zanzíbar. Con el corazón un poco quebrantado me alejé, pero jurando internamente a los primeros dioses del mar, que regresaría a aquella isla y tocaría lo prometido.
En Zanzíbar, conocí a Mónica, sirviendo como esclava a un despreciable corsario inglés. Había algo en sus ojos que activaba en mí un cierto detonante; no era lujuria, más bien, una pequeña pasión reprimida, la cual, en las manos correctas, podía convertirse en una llamarada que podría quemar pueblos enteros. Con solo su mirada, me comentó su deseo, y yo se lo concedí sin retractarme, porque era partidario de que toda pasión debía ser libre, sobre todo aquella que prefería ver a los hombres morir que entregarse a las vicisitudes de un mundo corrompido y adverso. Maté al corsario y a su acompañamiento, y me llevé a Mónica conmigo alejándonos de las aguas de Zanzíbar.
Con el tiempo, ella aprendió a amar la altamar, a su entorno, a sus criaturas y a sus dioses. Yo le transmití todo mi conocimiento en cuerpo y alma, y dejé que desarrollara sus habilidades naturalmente gracias a su pasión. Sin embargo, la ansiedad por volver a aquella isla me derrotaba, y comencé a perder la cordura, olvidar ciertas cosas; incluso mi propio nombre.
La consecuencia de mi camino me hizo arrebatarles la vida a mis tripulantes; uno por uno y de manera secreta, pues no quería que sospecharan sobre la autoría de mis acciones. Por cada vida que traicionaba, perdía una parte de mi navío, y a la vez un trozo de mi cordura. Desvelaba palabras que ni yo podía entender. Trataba de recordar mi nombre con angustia, pero no podía. Todo aquello fue como transitar sobre una zozobra infernal, y al final, solo quedamos Mónica y yo, llegando a aquella isla con solo un trozo de mi navío. Ella temía de mí e intentó asesinarme, pero rechacé sus torpes intentos y magullé su rostro con el mango de mi pistola. Allí, en esa isla que me cautivó cometí mi último crimen y alimenté a la arena con el cuerpo y la sangre de Mónica.
¡Solo le pedí que hiciera una cosa y la dejaría vivir! ¡Solo le pedí que dijera mi nombre! Mientras trataba de alejarme de aquel lugar, una voz apacible y etérea suavizaba mis oídos y me persuadía. Tenía demasiado efecto en mí, y caí rendido como un tonto libidinoso a los brazos de una hermosa prostituta. Me paré al pie del bosque de la isla; muy callado y sonriente, y de repente sentí que unos brazos me sujetaron y me jalaron con brusquedad hacia el interior.
No dejaban de decir un nombre: lo repetían una y otra vez, y yo lo reconocía, sentí que ya lo había escuchado mil veces. ¡Sí, ese era! ¡Por fin, ahora recuerdo cuál es mi nombre!
<center><em><h4>FIN</h4></em></center>
</div>
<div class="pull-right">
<center><div class="phishy"><h1>E N G L I S H</h1></div></center>
<center><h2>MY NAME</h2></center>
I told her to say my name, I told her to say it with intensity, with passion. I wanted her to say it as if it really existed; to bravely ignite my dark heart and revive it, but, still; threatening her with a gun of fire, she said nothing. She stood petrified like a statue of fear and would only let herself cry. I lost my patience and pulled the trigger, and the projectile landed directly in the center of her neck. She died within seconds as the waves on the shore groaned in pain.
I buried her under the sands of that beach that dazzled with each sunrise. I said several prayers for her unwary soul and went to sea with what was left of my boat. Oh, forgive me Monica! I was so despicable and vile, but you deserved it. You thought that the role of caste would help you survive to the end, but you were wrong, for the sea is hostile territory.
My ship was dismembered with every expedition I made. Each part devoured by voracious monsters of the deep, caused me a lacerating pain that ulcerated the extremities of my body. Then came through my mind the horrors of shapeless nightmares, which forced me to contemplate terrible and inhuman fates. I was like the fierce force of the sea, I used to understand the language of the waves. My arms were like hurricanes that agitated the sea and provoked fear in the seaweed. My voice was like a tempest that lay in the heart of the ocean and penetrated it. My songs were the caresses of monstrous mermaids, who only sang for easy prey, but in my presence they plunged into the waters and waited for me to get lost.
I was never gullible to greed, to the perpetuities of a healthy earthly life, mine was always the sea, its enigmatic dangers and wonders. I detested sailors who flaunted flags as banners, I used all my rage and contempt to sink them and deliver them as tribute to the abyssal beings. My soul was transformed into a furious and insatiable storm for those who still believed in a nation and wanted to take their pathetic ideologies to this inhospitable and beautiful immensity. I fought them, devoured them and delivered their remains as a gift to the first gods, and then made songs with the crewmen subjugated to me.
I happily shook the coasts of some islands, there was one in particular that shook me with impression for its unalterable beauty. Its beach looked like a crystal jewel, crafted, perhaps, by the tears of hundreds of angels. The sun shone brightly on this area and forgot about the rest of the world. It seemed that in its interiors it harbored magical creatures, for its trees and hills had an enchanted attraction that enraptured you like an unheard-of hallucinogen.
I felt an immediate persuasion, followed by a distrust that warned me to continue in another direction, which was quite right, as my path required me to continue on to the port resorts of beautiful Zanzibar. With a slightly broken heart I left, but swearing inwardly to the first gods of the sea, that I would return to that island and do what I had promised.
In Zanzibar, I met Monica, serving as a slave to a despicable English privateer. There was something in her eyes that activated a certain trigger in me; it was not lust, but rather, a small repressed passion, which, in the right hands, could become a flame that could burn entire villages. With just his glance, he told me of his desire, and I granted it without retracting, for I was a believer that all passion should be free, especially that which preferred to see men die rather than surrender to the vicissitudes of a corrupt and adverse world. I killed the corsair and his escort, and took Monica with me away from the waters of Zanzibar.
In time, she learned to love the high seas, her environment, her creatures and her gods. I passed on all my knowledge to her body and soul, and let her develop her skills naturally through her passion. However, the anxiety to return to that island defeated me, and I began to lose my mind, to forget certain things; even my own name.
The consequence of my path made me take the lives of my crew members; one by one and secretly, because I did not want them to suspect the authorship of my actions. For each life I betrayed, I lost a part of my ship, and at the same time a piece of my sanity. I unveiled words that even I could not understand. I tried to remember my name with anguish, but I could not. All that was like traveling on a hellish capsize, and in the end, only Monica and I were left, arriving at that island with only a piece of my ship. She was afraid of me and tried to kill me, but I rejected her clumsy attempts and bruised her face with the handle of my pistol. There, on that island that captivated me I committed my last crime and fed Monica's body and blood to the sand.
I only asked her to do one thing and I would let her live! I only asked her to say my name! As I tried to walk away from that place, a gentle, ethereal voice soothed my ears and coaxed me. It had too much effect on me, and I fell like a libidinous fool into the arms of a beautiful prostitute. I stood at the foot of the island forest; very quiet and smiling, and suddenly I felt arms grab me and pull me roughly inside.
They kept saying a name: they kept repeating it over and over again, and I recognized it, I felt I had heard it a thousand times before. Yes, that was it! At last, now I remember what my name is!
<center><em><h4>THE END</h4></em></center>
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<center><h3>Escrito por @universoperdido. 17 de mayo del 2022</h3></center>
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<center><h3>Written by @universoperdido. May 17, 2022</h3></center>
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<center><h3>Other stories of my authorship | Otros relatos de mi autoría</h3></center>
| <center>[[ESP-ENG] LA DAMA DE ESPADAS (I)](https://peakd.com/hive-132410/@universoperdido/esp-eng-la-dama-de-espadas-i)</center> | https://images.hive.blog/256x0/https://files.peakd.com/file/peakd-hive/universoperdido/23wgN4QkPKvWptPTwoS42LKy9eEQ9WzMTQva6q6uuuFEmz2B5BwVBE7ZaCBw1nx78LFDU.png |
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| <center>[[ESP-ENG] LA DAMA DE ESPADAS (II)](https://peakd.com/hive-132410/@universoperdido/esp-eng-la-dama-de-espadas-ii)</center> | https://images.hive.blog/256x0/https://files.peakd.com/file/peakd-hive/universoperdido/23tvCSLgiMQWRsNun4EgECgpPnv9fMbvf7qk684iPyrdJcnonWGeHqiXzVSAFK26s7Aav.png |
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