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**Nota de la autora:** El siguiente relato es una secuela de los cuentos *[Embrujo](https://hive.blog/hive-148441/@vickaboleyn/relato-embrujo)* y *[Visita a medianoche](https://hive.blog/hive-148441/@vickaboleyn/relato-visita-a-medianoche)*. Así mismo, es una variante del relato *[La boda secreta de Marcus Fairchild](https://peakd.com/@vickaboleyn/relato-la-boda-secreta-de-marcus-fairchild)*, publicado el 17 de marzo de 2021.

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**Fuente de la imagen: [Pexels](https://www.pexels.com/es-es/foto/vista-de-la-catedral-de-san-pablo-2425694/)**
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Catedral de San Vito, Praga, Reino de Bohemia, otoño de 1850.

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En medio de las velas que iluminaban tenuemente el interior de aquél templo católico, Marcus Fairchild contempló la hora en el reloj. Era medianoche.

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Guardando el objeto en uno de sus bolsillos, paseó su mirada por los coloridos vitrales que se levantaban en ambos lados del templo. En medio de sus contemplaciones, la imagen de Élise Ederlezi, su nordekai, llegó a su mente. 

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La conoció en la Mascarada Vampírica anual que Georges Ederlezi, su padre y cabeza de una de las familias vampíricas más antiguas de Europa, ofreció en el antiguo castillo de Sasfészek, cerca de los Cárpatos. A aquél baile asistió con el objetivo de matar a Iószef Salzmann, el asesino de un gran amigo suyo. La vampiresa quiso seducirlo con sus encantos, a los cuales pudo haber accedido si no hubiese sido por el detalle de que no había comido nada.

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Su segundo encuentro fue a dos días del primero, en el hospicio que estaba cerca del centro de Budapest. No era un encuentro jubiloso; la mujer todavía se sentía ofendida por el incidente de esa noche, y estaba muy dispuesta a tomar venganza. Tras una serie de berrinches, bofetadas y con el kukrí a punto de rebanarle el cuello, Marcus optó por cederle la cama a la chica y así poder dormir en paz; lo que le sorprendió fue que ella lo trasladó a la cama y se recostara a su lado.

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No la volvió a ver hasta en la primavera de 1848, cuando fue a un pueblecillo ubicado cerca de Budapest a visitar a la madre y a la viuda de su amigo fallecido para ver cómo se encontraban. Ella estaba dentro del carromato acompañada de una doncella de confianza; iba de compras al distrito de Pest por motivo de su reciente compromiso con Arther Van Dyk, miembro de una poderosa familia vampírica de los Países Bajos y jefe general de los Ejecutores, el brazo militar de la Alianza Licantrovampírica. No hablaron en todo el camino; la mujer hizo como que no lo conociera, pero a él no le molestó en absoluto. Hacía bien, pues a ambos se les cerniría la sombra de la muerte si se llegaban a enterar de su conexión como nordekais.

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Cuando llegaron a la ciudad, cada quien tomó sus caminos por separado. No fue hasta caer la tarde cuando el encargado del hospicio le entregó una misiva perfumada. 

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En ella, la joven descargó sus sentimientos. No era feliz con aquél compromiso; le tenía un horror atroz a Van Dyk, quien ya había intentado abusar de ella en más de una ocasión y quien se había jactado de haber torturado a personas inocentes que han tenido el infortunio de ser los nordekai de un vampiro o de un licántropo. Las compras solo era un pretexto para viajar a Budapest y *buscarlo* a él, al propio Marcus, y hablar, pedirle consejo.
 
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Le pidió, al final de la misiva, que fuera a verla en el campanario de la Iglesia de Matías a la medianoche. Marcus de inmediato respondió su misiva respetando el acuerdo. 

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Hablaron toda la noche hasta el amanecer, cuando la iglesia estaba abriéndose al público. Hablaron de sus sueños y sus esperanzas, de sí mismos y de sus familias. Marcus supo por ella que el compromiso con Van Dyk era de carácter político; su abuelo, György Ederlezi, siempre había ansiado casar a uno de sus descendientes con los Van Dyk, quienes era cercanos a la Madre de los Vampiros. Al casarse Élise con Arther, los Ederlezi alcanzarían un estatus social envidiable; sin embargo, aquella unión tendría un precio que Élise no estaba dispuesta a pagar ni a punta de pistola: iniciar a los hijos que tenga con Arther en el arte del incesto, tradición que los Van Dyk acarreaban desde siempre.

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Cuando le preguntó qué opciones tenía si rechazaba el matrimonio con Van Dyk, Élise le respondió con franqueza: La muerte por suicidio. 

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Huir sería llevar la muerte a donde quiera que fuere; en su familia, escapar de un compromiso político era considerado alta traición. Además, los vampiros húngaros eran famosos por ser magníficos rastreadores que no dudarían en perseguir y matar a su presa, sin importar el tiempo que les tome hacerlo. 

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Viéndose acorralada, la joven determinó en aprovechar su último año y medio de soltería viajar a Budapest cada vez que pudiera y no regresar hasta el amanecer del día siguiente. A esas alturas, le daba igual si pasar la noche en brazos de un hombre o de una mujer o sentarse a contemplar en los tejados de la ciudad. 

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Con comprensión, Marcus le propuso pasar un día más en Budapest; ambos caminarían por sus calles y explorarían los rincones poco conocidos de la ciudad. Élise, temerosa de que su padre la mandara a buscar, quiso rechazar la oferta; no obstante, Marcus la convenció. De ese modo, durante el camino, ambos se conocerían un poco más.

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Después de la caminata, intercambiaron direcciones y continuaron su comunicación vía carta; así mismo, cuando Élise viajaba fuera de Hungría, Marcus se las arreglaba para verla al amparo de la noche, encontrase donde se encontrase. 

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La educación de Élise en el campo de la medicina, su constante interés en los últimos avances en dicho campo y su rápido aprendizaje en los idiomas fueron la excusa perfecta para el intercambio de misivas. Su contenido estaba codificado mediante el uso del nórdico antiguo, la lengua materna del padre de Marcus. Si bien ambos intercambiaban opiniones sobre los artículos publicadas en las principales gacetas de sus respectivos países, también se decían palabras de mutuo aprecio; llegaron incluso a decirse cuánto extrañaban su mutua compañía, sus voces, su dulce fragancia, sus ojos, la calidez de sus manos...

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Un ruido interrumpió sus pensamientos. Volvió su mirada hacia la entrada principal de la iglesia. Sonrió al ver a la dama en cuestión caminar presurosamente hacia él; en su dulce rostro notaba la mezcla de angustia y de alegría, recordándole el motivo de su visita.

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Ella estaba próxima a casarse, exactamente en un mes. Eran días de agonía para ella, para él. Para ambos. 

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Ambos se abrazaron con fuerza; un casto beso y una unión de frente igualmente casta siguió a aquél encuentro. La mujer lloraba a lágrima viva, declarando su odio hacia su propia sangre por obligarla a casarse con alguien que no conocía decencia ni compasión. 

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"No, no digas eso, *ástin mín* (mi amor)", murmuró Marcus en voz baja. "Odiar a tu familia es algo insano".

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"Una familia que te da a escoger entre el suicidio y un matrimonio infernal no es una familia que te quiere", replicó Élise mientras aferraba su mano contra la de Marcus. "Oh, Marcus, si tan solo pudiéramos huir, dejar esto atrás... ¡Pero no se puede!"

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"¡Claro que se puede!"

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"No... No es posible. Mi padre y mi abuelo no dudarán en rastrearnos y matarnos. Y yo no puedo vivir con muertes de inocentes en mi conciencia".

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"¿Incluso en la muerte?"

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Élise le miró consternada. Marcus sacó entonces de su saco un pequeño frasco y, entregándoselo, explicó:

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"Este somnífero hace que la persona aparente estar muerta; detendrá tu pulso y la respiración. Estarás más pálida. Sus efectos no son inmediatos, por lo que te dará tiempo de romper la botella y echarla a la chimenea. Bébelo al amanecer cuando estés a solas en tu habitación".

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"¿Crees que funcionará?"

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"No veo otra alternativa que no sea fingir una muerte; por desgracia, hacer esto también implicará que permanezcas escondida en casa durante un año o dos, pues estoy seguro de que no se olvidarán de ti enseguida".

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"¿Y qué harás tú?"

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"Te buscaré en donde te entierren. Annieska sabe cómo avisarme".

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Élise asintió, señalando estar de acuerdo con él. Guardando la botella en uno de los bolsillos secretos de su vestido, se volvió hacia su amante y le dijo: "Debo irme; alguien me ha estado siguiendo. No tardará en encontrarme aquí".

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"No si yo lo intercepto primero. ¿Desde dónde notaste su presencia?" 

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"Desde que salí de Hungría hace unos días".

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Marcus comprendió que debían actuar de inmediato. Tomándola de la mano, le pidió que lo acompañara hacia una de las capillas de la iglesia. Sin embargo, una voz emergiendo de las sombras los detuvo.

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